Se trata de un artículo de revisión no científico, en el que se repasan diversos estudios sobre la temática quirúrgica en el anciano y, más concretamente, sobre la laparoscopia. A pesar de estar bien construido carece de criterios por los cuales se han seleccionados dichos estudios y aunque no expresan explícitamente el objetivo de esta publicación es potenciar la cirugía laparoscópica.
Actualmente el 40% de la actividad quirúrgica se centra en el tratamiento de pacientes mayores de 65 años, los cuales presentan un mayor riesgo para la cirugía que los más jóvenes. El objetivo en el tratamiento de los ancianos es ofrecerles la mejor calidad de vida posible, a pesar de que representan un desafío quirúrgico a causa de la comorbilidad asociada y la reserva cardiopulmonar disminuida.
En primer lugar, las patologías más comunes en el anciano con las que debemos contar son: enfermedades respiratorias, cardiacas, renales e inmunológicas.
Con la cirugía laparoscopia se consigue esa mínima invasión que alterará menos el estado de salud de estas personas y les hará tener menor tasa de complicaciones cardiorrespiratorias, disminución del dolor postoperatorio, disminución de la estancia hospitalaria y una vuelta rápida a la actividad física normal.
A pesar de las ventajas, la edad avanzada supone un incremento de la estancia hospitalaria postoperatoria con aumento de la morbilidad. Por este motivo es necesaria una correcta valoración preanestésica del riesgo cardiovascular y la adecuada monitorización durante la intervención para la detección y el tratamiento de las posibles complicaciones hemodinámicas asociadas al procedimiento.
Previamente a la realización de la cirugía debemos considerar el tratamiento farmacológico que el anciano está tomando. La mayoría de ellos toman medicación antihipertensiva y cardiológica, la cual debería ser mantenida, aunque existe cierta controversia en cuanto a los diuréticos y los inibidores del sistema renina-angiotensina a causa de las dificultades en el retorno venoso que pueden suceder durante el procedimiento, por lo que sería aconsejable no administrar estos fármacos las dos horas previas a la cirugía, optimizándose así el relleno vascular (el aplazamiento de la cirugía debe tenerse en cuenta cuando la presión diastólica se encuentra por debajo de 110-120 mmHg). Así mismo, sería también necesaria una correcta evaluación del estado de coagulación.
En el intraoperatorio, la presión intraabdominal por el neumoperitoneo puede generar una serie de problemas en las resistencias vasculares sistémicas y en la función cardíaca, por eso se indica que en los ancianos la presión de insuflación sea menor a 8 mmHg. También es aconsejable la utilización de ventilación “volumen-controlada” (aumento del 15-20% en el volumen corriente y mantenimiento de la frecuencia cardiorespiratoria), para evitar limitaciones de la distensibilidad toracopulmonar. Además, se aconseja la utilización de sistemas de ventilación con circuito cerrado o semicerrado, con flujos bajos y filtros humificadores.
Es recomendable en esta fase la monitorización electrocardiográfica, la pulsioximetría y el control de la presión arterial, y por supesto, la medición de las presiones de la vía respiratoria e intraabdominal.
La tasa de conversión es otro de los problemas con los que nos encontramos más o menos de forma habitual, debido a los procesos inflamatorios que presenta el anciano, así como al aumento del tiempo de intervención.
Una de las preocupaciones en el período postoperatorio de los ancianos es la función respiratoria, obteniéndose mejores resultados tras la cirugía mínimamente invasiva. Frecuentemente los pacientes ancianos van a ir acompañados de enfermedades respiratorias como puede ser la EPOC, con lo cual debemos valorar cuidadosamente para aplicar los cuidados correctos.
También se han descrito complicaciones tales como el edema agudo de pulmón, que podría estar asociado a una excesiva fluidoterapia preoperatoria. Esto junto a la frecuente inestabilidad cardiovascular de estos pacientes hace importante la correcta fluidoterapia del postoperatorio. Además, debido al descenso de la función renal en los ancianos, es importante mantener un volumen intravascular normal y evitar la hipovolemia o un fallo renal agudo; cuando el volumen de la micción es menos a 30 ml/h debemos extremar la vigilancia y el control. Asimismo, debe prestarse atención al balance de agua y sal y a las dosis de los fármacos utilizados.